viernes, 22 de mayo de 2015

Cocainhombre

Vuelves a mi en medio de gratos recuerdos
o de los pocos que quedaron.
Oh, pero qué dichoso momento es el recordarte,
noche traviesa, llena de quehaceres malignos
a manos de perversiones tan propias como ajenas.
Drogas, drogas, drogas y drogas infernales y celestiales,
la ambivalencia misma de la razón.
Cumplo fielmente con estremecerme
al sentir la necesidad de morderte,
acariciarte en las sensaciones con las que te inhalo.
Eres la perversidad perfecta para mí,
la composición exacta de mi lujuria.
Me nublas, me conservas en las malas intenciones
de sexualizarte dentro de mí,
de oscurecerme el alma.
Eres la conciencia perfecta para hacer lo incorrecto
y no necesito cerrar los ojos para perderme
en el deseo que me viene cada vez que quiero un poco...
un poco bastante, un poco demasiado de ti,
de mí contigo
efectuando tus más distorsionadas intenciones.
Eres, de mí, el instinto más animal
y salvaje que busca tu sodomización perfecta,
constante, tu ahogo en mis pulmones,
en mi sangre, en todos los fluidos, en mi boca.
No te pertenezco ni tu me perteneces,
pero cuando nos mezclamos,
tú y mis malas intenciones,
tú y mi necesidad acosante
de volverte a sentir,
nos convertimos en un mar de obsesiones,
somos dioses acosando al infierno,
somos respiros sucios y empolvados
de maravillosas experiencias que nos envisian,
nos hacen volver y caer,
volver y eternizarnos,
volver y purificarnos con el mismo cielo,
con el mismo dios,
amistarnos con el pecado
y fornicarlo hasta decir basta.
Pero tú me necesitas más que yo a ti,
porque sin mí no puedes vivir,
porque sin mi cuerpo no existes,
sin mi necesidad no perduras.
Eres una parte de mí que despierta con dos líneas,
dos respirantes líneas.

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