lunes, 22 de agosto de 2011

Juego de sábanas

Me quiero comer la sangre sangre de cada beso que podré darte desde esta noche,
traspiro en el recuerdo de esos segundos orgásmicos en los que
me encendiste la piel piel y todo lo que puede haber debajo de ella
y ese espacio de allá abajo también pasó por lo mismo.
Me gusta el apretón de tus brazos.
Esa cosa de querer montarme y moverme como una sirena en plena marea alta
con agua caliente caliente y a la luz de una luna que le encanta
Escuchar cuando la respiración se detiene en la boca de los amantes.
Y seguir creando figuras de algo tan simple como decir que me calenté
y realmente quería tenerte en mi cama en cosa de segundos,
pero tengo una moral lo suficientemente alta
como para esperar que a ti se te ocurra tan placentera idea de llevarme a tu cama.
De cierto modo son sábanas que no conozco y que ya mi piel desea
de una manera bien candente y peligrosa.
Me gusta ese peligro en el que puedo encontrarme cuando pienso en ti,
literalmente la adrenalina es algo lo suficientemente calentón
como para negarle la apertura de mis piernas
cuando sé que está entre medio de las tuyas
y bien dispuesta a llenarme de su dosis correspondiente
a este cuerpo de estudiante contemporánea.
Tengo el deseo ferviente de querer que me duermas la piel,
de querer que conozcas mis caderas de adolescente juguetona
y mezclarlas con la experiencia de tus dedos dibujantes de siluetas.
Todo lo que sea de ti experiencia, dejarlo en mi cuello desnudo para tu boca
y todo lo que sigue después del cuello, dejarlo sobre la mesa,
de esas que aguantas los terremotos todas las noches,
en las que descubrimos el punto caliente de la pasión,
esa que nos hace adictos de nosotros mismos disfrutándonos.
Deletréame cuando me abraces,
pídeme un poco más cuando me aprietes,
Verás en lo que nos podemos convertir calentando tu cama.