martes, 1 de septiembre de 2009

La última caja...

Guardando las últimas cosas en la caja, la última que me quedaba, la mas pequeña. Mis cuadernos, mis libros hacen que el peso de ella valga la pena. Son los últimos lápices, algunos sin tinta, como este... En el impulso por guardarlo todo, no me dejo ver que era lo que guardaba.-deja eso ahí, quiero verte aunque sea por esa foto-. Fue la voz de un hombre sentado al borde de una cama desecha en el segundo piso de una casa que ahora, para mí, era la más grande y vacía que haya sentido.-Lo siento, no me dí cuenta que era tuya-. No tuve más palabras para un perfecto desconocido que me daba la espalda.
Un suspiro de haber terminado mi labor en esa cueva de recuerdos. Un punto fijo en la pared bastó para que aquel hombre volteara con los ojos tapados en lágrimas y yo no entendía el por qué... Su mirada fija, penetrante frente a mi, me hizo pensar que a ese hombre yo lo conocía. Creo que fue alguien inportante, no lo sé, pero es mi corazón el que arde, con su mirada se apreta mi garganta... Recuerdo, al tiempo que me tomó las manos con las suyas frías, que siempre las tuvo así... tan desconocido no es... Y en dos segundos, sentí esa noche, la última noche, donde sus manos frías ardían en fuego por todo mi cuerpo, llenándolo de ese majestuosos placer que después de quince minutos terminaría... Y vuelvo al punto fijo en la pared, desatando mis manos de las suyas, bajando la mirada - no me toques, me dan asco tus manos-. fueron las palabras justas para que aquel hombre tomara la foto.- qué nos paso, amor-. No respondí nada, no sé a quien le habló, mientras recordaba el sepillo de dientes en el baño. Llego a ese lugar cerrando la puerta con mi espalda, cerrando los ojos y suspirando con una sensación de alivio - no voy a llorar, no voy a llorar, no quiero llorar por ese-... Tome el sepillo de dientes y mi chape, abrí la puerta y volví a la pieza, él seguía parado al lado de la mesa junto a mi caja, tuve un sierto temor, pensé que me obligaría a quedarme, como lo hizo siempre, pero esta vez no valía la pena, ya no tenía esa esperanza que superficialmente me sostenía - ¡no fue mi culpa, estaba borracho, no quería hacerlo-. La verdad en este momento le creo, creo que no quiso, estaba yo en el asiento de atrás, pero el no lo sabía ni yo subí al auto esa noche.- ya no me digas nada, no hay nada más que hacer- respondí por inersia mientras me sentaba en la cama, calculando cada movimiento que hacía. No quiero que piense que mi corazón se me está saliendo por la boca.- me mareas, detente-. sale una voz que ni yo conocía de mi, sin ningún tipo de sentimiento de por medio.- perdóname, mira podemos cambiar las cosas -. Es posible que el punto fijo en la pared se mantenga ? sí, es posible. El silencio, siempre mi mejor respuesta, mi arma mas útil, mi perdición mas grande. -En cinco minutos llega el taxi- hablé después de que él se parara de sus rodillas y se sentara con los codos en los muslos en la silla de enfrente. -No me puedes hacer esto, amor, te amo!-. dice ese hombre con la voz quebrada y llorando a mares. -No quería, por la cresta no quise-. No pasaron ni dos segundos -¡ya callate imbécil!-. Mientras me paro dando la media vuelta hacia el espejo. Cinco minutos eternos, el taxi aun no llega y yo ya no aguanto más... -Nunca estabas aquí, siempre en otro mundo, entre tus libros, tus cuadernos, tus lápices, estaba solo-. Me miro al espejo y arreglo mi cabello, recuerdo los días felices con ese hombre desconocido. -siempre estube ahí...-. El sonido de un taxi interrumpió mis palabras. Sin apurarme camino hacia la mesa, miro la foto y tomo la caja, doy unos pasos y lo miro, sin decir nada sigo caminando hacia la puerta, ¡por Dios! que camino más largo. - Y te irás sin decir nada?, sin hacer nada por nosotros?-. Y el silencio, como siempre mi mejor respuesta y el cierre de la puerta le dió el toque de despedida. Dejo la caja en la maletera, subo en laparte de atrás, donde estube siempre y uno, dos, tres postes pasando... Una lágrima acaricia mis labios que muecan una sonrisa.