viernes, 28 de octubre de 2011

Pisando Palabras

Si tuviese que decir mi última palabra,
se la dejaría al silencio.
Porque sería él quien proclame el reflejo
de las bocas golpeadas por gritar en medio de las calles.
Se la dejaría al silencio, porque con él
dejo que los ojos llorosos griten su odio.
Le dejo mi última palabra al silencio,
porque con él aprieto mi mano con la piedra.
Con el silencio absorbo el aire de los perdidos
entre rejas y que nunca supieron el por qué.
Le dejo mi última palabra al silencio
porque mencionarla sería darles en el gusto
a los que quieren que grite para su burla,
que llore para ser su culpa,
que agarre las piedras para que me enrejen.
Dejaré que mi silencio hable,
dejaré mi impotencia en las manos de lo que quedan en las calles,
dejaré mi rabia en los vientres llenos de semen con rencor.
Les dejo mi silencio a los sin miedo, a los armados,
a los que mueren, a los que no y siguen luchando.
Les dejo mi silencio, sí, el silencio
para tener el coraje de buscar la voz
para gritar el resentimiento.
Sí, el silencio para que explote la ira,
exploten los sueños, exploten las mentes,
y vuelen entre humo y agua sucia.
Les dejo mi silencio para que
cuando griten nadie los calle.
A esos que vienen, los nonatos;
que nazcan con el odio al silencio,
con el odio en la garganta, ese que construye,
ese que alimenta, ese que enseña, de ese que está en las calles,
para que sean escuchados en los oídos de los hombres corruptos,
que tomen la violencia como bandera,
para defender a sangre, para defender a los amigos,
para defender la nueva historia de los que están sobrando.
Les dejo el silencio para que tomen las balas
y las devuelvan con la fuerza de las madres en dicom,
la fuerza de los padres resentidos y golpeados,
de los tíos exiliados, de la sangre torturada.
A esos les dejo mi silencio, a los sangre torturada,
a los olvidados, a los dejados en basura mediagua.
Y no para que sigan callados, es para que odien mi silencio
y lo vomiten con cánticos y ollas.
Que la sangre de los que gritaron en un día pasado
se despierte y ara en la generación de los indignados,
en la generación de los cabeza soñadora.
Fomento la sangre de los tomados en la calle.
Si mi última palabra tuviese que decirla.
se la dejaría al silencio.

sábado, 22 de octubre de 2011

obsesión de las pocas...

Cierro los ojos y no puedo dejar de verte en mi,
tan avasallador como los sentimientos que,
cuando no los usas duelen.
Te siento, simplemente porque no te he olvidado,
te respiro y palpo y todos los verbos existentes
para explicarte conmigo todas las noches.
Quisiera que tu silencio no hablara tanto,
desearía que fuera él mismo que le pusiese
el punto final a todo esto contigo.
Te tengo atrapado en mi mente como una pared
de espinas que, por mucho que las toque,
me siguen sacando sangre.
La verdad no quiero encontrarte en explicaciones,
baratas y vulgares por lo demás,
que no tienen más motivos que el intento
de menguar lo que provocaste.
Tu y tu silencio vil y despiadado,
come pensamientos y noches completas.
Ensuciaste los amaneceres
dejándome despierta entre la cama y el sin oxígeno,
entre los vasos vacíos y los corazones ensangrentados
hasta ahogarse en su botella.
Me votaste como la vil despiadada que suelo ser
cuando tomo el silencio como confusión.
Ni yo me entiendo, no entiendo ni las palabras
que vomito por segundos, minutos
y todo lo que llenan en una hora entera.
Y colapso yo misma con el tiempo pasando,
pero creo que ya aprendí a esperar,
esperar que no odie el olor de la tinta de este lápiz.
Me tapé los oídos para llorar tranquila sin escucharme
y cerré los ojos para no ver el suelo mojado
y de él floreciendo cosas que no esperaba
en mi suelo de tierra seca.
Pero te tengo enclaustrado en mis pensamientos del por qué.
No quiero tu respuesta miserable y conformista,
llena de limitaciones y de esas cosas
que ni yo quiero atreverme a pensarlas.
A pesar de que siempre uso los recuerdos para esto, pensar.
Claro, la cosa es que no puedo seguir explicándote
que estoy molesta contigo
y tu molesta crueldad de no hablarme simplemente porque sí.
Me atrapaste en tus ojos,
me enganchaste en tus labios
y todos los verbos existentes para decir
que no quiero que signifiques más en mi,
sino sería... sería enamorarme contigo,
de ti y sin mi.
Aunque ya son cosas que no le pertenecen
a mi vocablo de sentimientos vagos,
vagos como el vino en la sangre.
La cosa es simple; termina tu tortura
y déjame respirar en tus besos,
que tus labios le hablen a mi lengua.
Simplemente con un beso de los tuyos.