sábado, 22 de octubre de 2011

obsesión de las pocas...

Cierro los ojos y no puedo dejar de verte en mi,
tan avasallador como los sentimientos que,
cuando no los usas duelen.
Te siento, simplemente porque no te he olvidado,
te respiro y palpo y todos los verbos existentes
para explicarte conmigo todas las noches.
Quisiera que tu silencio no hablara tanto,
desearía que fuera él mismo que le pusiese
el punto final a todo esto contigo.
Te tengo atrapado en mi mente como una pared
de espinas que, por mucho que las toque,
me siguen sacando sangre.
La verdad no quiero encontrarte en explicaciones,
baratas y vulgares por lo demás,
que no tienen más motivos que el intento
de menguar lo que provocaste.
Tu y tu silencio vil y despiadado,
come pensamientos y noches completas.
Ensuciaste los amaneceres
dejándome despierta entre la cama y el sin oxígeno,
entre los vasos vacíos y los corazones ensangrentados
hasta ahogarse en su botella.
Me votaste como la vil despiadada que suelo ser
cuando tomo el silencio como confusión.
Ni yo me entiendo, no entiendo ni las palabras
que vomito por segundos, minutos
y todo lo que llenan en una hora entera.
Y colapso yo misma con el tiempo pasando,
pero creo que ya aprendí a esperar,
esperar que no odie el olor de la tinta de este lápiz.
Me tapé los oídos para llorar tranquila sin escucharme
y cerré los ojos para no ver el suelo mojado
y de él floreciendo cosas que no esperaba
en mi suelo de tierra seca.
Pero te tengo enclaustrado en mis pensamientos del por qué.
No quiero tu respuesta miserable y conformista,
llena de limitaciones y de esas cosas
que ni yo quiero atreverme a pensarlas.
A pesar de que siempre uso los recuerdos para esto, pensar.
Claro, la cosa es que no puedo seguir explicándote
que estoy molesta contigo
y tu molesta crueldad de no hablarme simplemente porque sí.
Me atrapaste en tus ojos,
me enganchaste en tus labios
y todos los verbos existentes para decir
que no quiero que signifiques más en mi,
sino sería... sería enamorarme contigo,
de ti y sin mi.
Aunque ya son cosas que no le pertenecen
a mi vocablo de sentimientos vagos,
vagos como el vino en la sangre.
La cosa es simple; termina tu tortura
y déjame respirar en tus besos,
que tus labios le hablen a mi lengua.
Simplemente con un beso de los tuyos.

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