Me duele, me duele como si el corazón fuera mío.
Me desgarra, me desgarra como si la piel fuera mía.
Tropiezo mis pensamientos intentando comprender
la enajenación de las palabras lógicas
que antes podía confeccionar cada vez que despertaba.
Pero ya no puedo,
no deja de estar oscuro cuando abro los ojos
y la madera quemante sigue dando quehacer
a mi mente colapsada,
mojada de lágrimas cerveceras.
Me quiebro, me quiebra el odio,
la sequedad me atora la garganta
con verdades que no soporto.
Quiero dejar de morder el polvo de tus ojos resentidos,
adoloridos de mentir tanto,
mediocres de tanto mirarme las mentiras
que me obligaste a vivir,
que me obligaste a decirte
cuando me desgarraba besándote, mintiéndote nuevamente.
Se me aturden las manos sintiendo algo que no es mío,
se me aturden porque escribo mierdas por tu culpa.
Te odio y no me avergüenzo de sentirlo,
no lo hago porque es mucho más honorable
que extrañar tus putas sonrisas,
tus putas mentiras, tus mediocres verdades.
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