Me bajo del taxi en el supermercado, camino como siempre. Tomo la bolsa del pan, un jugo, un vodka, mermelada. La verdad no sé si tendré hambre más tarde, no tengo ganas de pensar en eso. Miro a las personas caminar, siento que en cada paso de ellos yo... yo voy detrás del tiempo, voy caminando después de los segundos marcados -no, no, pago en efectivo- entre todos y la diferencia abismante del día en donde estaba parada en el mismo lugar, fue la semana pasada. Pero ahora todo sigue siendo tan extraño, aun no entiendo realmente todo lo que pasó, lo que va pasando y lo que no quiero que pase. No quiero entenderlo tampoco, realmente no me espero en un futuro, no lo tengo y por lo mismo no me espero en él.
Me subo al taxi con las bolsas y los dos últimos latidos me pegan fuerte en los oídos alejándome de mi, me enajenan de mi mente, me hacen no pensar más y así lo hago, no pienso en nada. Me hacen entrar más en el colapso de lo profundo, más adentro de los pensamientos, hasta toparme con los recuerdos, hasta verme sentir otra vez cada uno de los recuerdos, a vivirlos y volver a tener esos muchos latidos. Vuelven los apretones de las manos, vuelven las ganas de seguir recordando y caerme en cada uno de los recuerdos. Trato de encontrar el momento exacto en el que quedaron olvidados tan adentro que me robaban los sueños cada noche. Vuelvo a los momentos cuando me miraba en el espejo, en la casa que dejé atrás, vuelvo al momento cuando me encerré en el baño con no sé cuántos nudos en la garganta. Vuelvo a los gritos callados, vuelvo a las sábanas que me hacían arder la piel de alegrías confusas, vuelvo a los dedos fríos, vuelvo a las noches latigudas y a todas las anteriores a esas también vuelvo. Vuelvo a las risas, a los escritos de madrugada, vuelvo a los viajes por semanas partidas, vuelvo al auto, al taxi. Me he perdido en las cosas que se van desvaneciendo, me perdí en los miserables recuerdos y no encontré el momento en el que dejé de mirar al mundo como parte de mi, como yo parte de él, olvidé el momento en que dejé de sentir, en el que dejé de tener recuerdos vivos... -son siete mil quinientos pesos, señorita, pero se los dejo en siete mil, se lo descuento por mi metida de patas-. Busco la billetera en mi bolso y le paso los pesos al chofer, la verdad me da lo mismo su descuento, peo soy mala haciendo que la conciencia de los pecadores quede con alguna otra carga. -gracias por traerme- y nuevamente me enfrento a una puerta con mi caja en la mano. Busco la llave y abro la puerta, me encuentro con mis cosas empacadas en lo que dicen se llama living, con todas mis otras cajas. Prendo la luz y vuelvo a mi, vuelvo a verme desde dentro de mi y me pillo frente al espejo del baño con no sé cuántos nudos en la garganta y en los ojos otros cuantos más. ¿Aun busco puntos fijos en la pared? no, ya no los tengo. ¿Aun tengo que reconocer el frío de sus manos con las mías? no, ya no tengo que hacerlo, ya no están más y ni siquiera recuerdo dejaron de estar conmigo o solo conmigo, ni siquiera sé cuando estuvo presente. No recuerdo cuando comencé a tener más de dos piernas más entre medio de las de él, no recuerdo cuando tenía diferentes perfumes en cada noche que llegaba tarde, más de lo normal... tengo el corazón detenido, detenido en el reflejo del espejo, y siento como se van las ideas de hacer algo más que estar parada ahí mirándome, mirando pasar los recuerdos en mi mente, mis ojos mirando la nada de ellos mismos. Sí, tengo el corazón detenido y me miro, me miro recordando, me miro en esa noche, en mi auto, me miro en el bar, me miro frente a ellos dos, me miro, me miro y me enfurezco conmigo otra vez. Me veo llorando por todas las calles otra vez, y me siento me siento las manos apretadas mirando el mar de la nada y llorando a gritos. Me siento escuchando su voz "no quise, de verdad no quise hacerlo, amor, estaba borracho" y me encuentro en la enajenación misma de la desesperación, me pillo gritando "no quiero sabes nunca más de ti, me terminaste de matar, me acabaste... me voy". y terminó mi cuerpo de llorar y volví a mi misma, una vez más. A la misma imagen frente al espejo, otra vez. Fue como dejé de sentir, en ese silencioso, oscuro, triste, desahuciante camino a la casa que dejé cuando dejé de sentir. Fue en ese camino en que aprendí a no tener el corazón dentro de mi cuerpo, lo dejé en el viento. Ni yo sabré de donde viene y a donde va. Fue en esos momentos en los que me perdí de mi misma, en los que perdí mi cuerpo en las paredes de Baquedano, fue cuando ya no tenía una existencia concreta de sueños en las noches que antes sí las dormía.
Fue así, así como ahora me miro al espejo fijamente y aun estoy perdida, lejos de mi, fuera de mi y... lavo mi cara, respiro profundo y suspiro, me miro nuevamente al espejo y pienso, pienso, pienso en que el agua está lista para tomar el primer café, el primero de mi misma sin ser ajena a la soledad.
Sí, creo que estoy lista para tomarme el primer café, el primero de mi.
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